
Bayram Mammadov, anarquista de Azerbaiyán, ha muerto. Lamentamos su pérdida: un ser humano no puede ser sustituido por nadie. Las sospechosas circunstancias de su muerte nos recuerdan de nuevo los efectos inhumanos de la violencia estatal. Nuestro compañero fue recuperado muerto en el mar en Estambul a principios de mayo. La policía turca y los medios de comunicación azerbaiyanos hablan de suicidio o de accidente. Los activistas de la oposición, sin embargo, lo discuten. Amigos y familiares exigen una explicación de las circunstancias de su muerte.
Bayram ha sido perseguido durante años como anarquista y conocido crítico del presidente autocrático Ilham Aliyev en Azerbaiyán. Fue condenado a más de 10 años de prisión en 2016, cuando era un joven activista, junto a Giyas Ibrahimov por realizar pintadas en la estatua del ex presidente azerbaiyano (y padre del actual). Los acusados y condenados fueron severamente torturados en varias ocasiones y se les puso droga para que fueran condenados a una larga pena de prisión por posesión de drogas. Tras una ola de solidaridad a nivel europeo, Bayram y Giyas fueron finalmente indultados por un decreto presidencial en 2019. A principios de 2020, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que el enjuiciamiento y la condena de los dos activistas tenían una motivación política y, por tanto, eran ilegales.
Bayram y Giyas vivían en Turquía desde 2019. Giyas fue deportado a Azerbaiyán dos semanas antes de la muerte de Bayram, sin que se diera ninguna razón. Esto convierte a Giyas en uno de los muchos activistas y figuras de la oposición que pidieron asilo en Turquía por la persecución en Azerbaiyán y cuyo caso fue aplastado por las relaciones amistosas entre Azerbaiyán y Turquía. Los regímenes autoritarios siempre se apoyarán mutuamente; siempre cooperarán en la persecución de activistas y opositores políticos. ¿Hasta dónde llegó la acción conjunta contra Bayram en los dos países? Cuando entró en el país hace unas semanas, Bayram fue interrogado durante horas por las autoridades turcas. No es el/la primer/a crítico/a del régimen de Bakú que muere en el extranjero en circunstancias sospechosas.
Si no hubo un asesinato de Bayram motivado por el Estado, quedan como posibles causas el accidente y la falta de asistencia por parte de las autoridades que estaban presentes durante el ahogamiento o el suicidio. Este último es también una consecuencia profundamente angustiosa y duradera de la violencia estatal: el suicidio como una decisión contra la vida que se hizo insoportable debido a la persecución, el encarcelamiento y la tortura.
No olvidaremos a Bayram. No olvidaremos lo ocurrido. Recordaremos como lo hemos hecho desde que empezamos a luchar y ser derrotados/as. Una, dos, mil veces. Entonces como ahora. Nuestra memoria colectiva durará más que su dominio y su historiografía distorsionada. Nos solidarizamos en 2016 y lo hacemos hoy. Nuestras condolencias a los/as amigos/as y familiares de Bayram. Como Bayram, seguimos luchando por nuestros sueños y por un mundo mejor.
¡Por los/as perseguidos/as, por los/as muertos/as!
Hoy como en el pasado.
¡Nuestra solidaridad contra su opresión!
¡Por Bayram!