
La editora y escritora Ana Muiña clausuró con su charla ‘Kropotkin, el brillante sol del invierno’ las jornadas que desde el mes de febrero hemos estado organizando desde el grupo para conmemorar el centenario de la muerte del pensador anarquista. Fue una charla concurrida en donde Muilña destacó que Kropotkin fue uno de los más eminentes expertos de la literatura rusa.
La editora explicó que hay un texto muy importante casi desconocido del autor ruso y es el que escribió sobre la comuna de París y que tradujo al castellano la propia Muiña. «Es un texto impresionante, de enorme vitalidad frente al enfoque de Marx».
Kropotkin no solo fue un gran conocedor de la literatura sino que además tuvo una importante influencia en la literatura europea.
Ana Muiña habló también de otros aspectos poco conocidos de Kropotkin y su entorno. Por ejemplo citó la importancia que tuvieron su mujer Sofía Anániev, que como él fue anarquista, escritora y conferenciante. «Su apoyo fue vital para que Kropotkin pudiera avanzar y hasta sobrevivir, porque gracias a sus conocimientos en botánica pudo producir hortalizas en un huerto en los momentos más difíciles del pensador anarquista, en sus días finales en Rusia». También sacó a la luz la trayectoria de su hija Sahsa Kropotkin. De ambas dijo que fueron «figuras eclipsadas por Kropotkin». Sahsa viajó con su padre a España visitando Cataluña, Madrid, Valencia y Andalucía. En España «quedaron alucinados del poder del sindicalismo obrero, de hecho fuimos pioneros en Europa de la jornada de 8 horas». Hay que tener en cuenta, añade Muiña, que Kropotkin era muy leído por la clase obrera de la época y por muchos intelectuales, como Azorín, que en sus inicios fue anarquista. «La Conquista del Pan» vino a ser un best seller de la época en España y fue la razón del arraigo del comunismo libertario en nuestro país, en donde caló».
Habló la editora madrileña de la relación de Emma Goldman con Kropotkin, que se conocen en Inglaterra y que fueron amigos toda la vida.

Destacó Ana Muiña que los autores rusos tienen en sus obras una falta de alegría «los clásicos desprenden tristeza y pesimismo, razón que hay que buscar en sus circunstancias vitales y políticas». En el caso de Kropotkin, éste conocía mucho la cultura popular rusa. La ruptura sobre esta tradición «triste» la rompe Gorki, que aunque describe duramente a sus personajes, no es pesimista. Es un punto y aparte de la literatura rusa, en donde sobresale la alegría de la vida y de la naturaleza. Gorki fue introducido en EEUU gracias a Emma Goldman
Ana Muiña habló también durante la charla de su último libro ‘André Leo, del socialismo utópico a la comuna de París» y en donde, señala la autora «unas diez mil comuneras mujeres participaron en este movimiento espontáneo y que apoyaban la revolución social. Fue un movimiento sin liderazgos, en donde había muchas personas anónimas, en donde había asambleas de 3.000 mujeres».
Diez años después Kropotkin, en 1880, recogía un trabajo sobre la comuna, que se publicó en un periódico. Destaca que fue una revolución sin disparos (salvo los de la represión), en donde se tomó París y el gobierno huyó as Versalles, y se organizaron a la manera anarquista dado que la Internacional, tanto la de influencia bakuninista como marxista, influyó mucho. Fue también el primer paso hacia el internacionalismo, en donde se entendía que la comuna debía de producir un contagio en todo el mundo. La Comuna tenía una base comunista libertaria, en donde la comuna es la base, junto con las federaciones locales, agrupando desde lo local.
Otro aspecto que se destacó es la importancia del campesinado, de las comunas agrarias «con la ciudad solo no vale, decían, fue un verdadero intento de revolución social.
Muiña finalizó con un emotivo e inédito poema traducido al castellano por ella, de Herbert Read, pensador y poeta surrealista y anarquista, sobre el funeral de Kropotkin que arrancó los aplausos de lxs asistentes y que reproducimos a continuación.
MUERTE DE KROPOTKIN
Poema publicado en ‘The Listener’, 31 de agosto de 1950. Inédito en castellano. Recuperación y traducción Ana Muiña
Emma dijo que había nevado
que un gélido viento gemía en las ramas
Y me imaginé pequeños detalles
lana de oveja atrapada en los espinos
bayas rojas
y el rostro difunto de un profeta en la almohada.
Ella nos dijo que murió en paz
que el eterno fulgor de su frente
llenaba de luz
el barracón sin luces
Y me imaginé
las gafas de acero sobre una mesilla
los ojos velados para siempre.
Dijo que hubo una gran concurrencia de gente
llegada a pie de Moscú
o de alguna estación más cercana
gente humilde –les dejó ir Lenin
para acercarse amorosamente al paso
del cuerpo sin voz.
Cientos de personas, de gente sencilla
con los gorros de piel hasta las cejas
y acolchados calzones sujetos por cuerdas cruzadas
estaban de pie en el camino borrado
esperando al cortejo.
El lugar se llamaba Dmítrov
Su cuerpo fue llevado a Moscú
y formaron una procesión
quizá más de una milla
sus viejos amigos revolucionarios, estudiantes jóvenes
y niños con coronas de acebo y laurel.
Cinco millas le llevaron en hombros
entre negras y rojas banderas
Y me imaginé cayendo la emplumada nieve
cuidadosamente en su féretro
cuidadosamente en las inclinadas cabezas
y en las calles pacientes.
Mas cuando llegaron a la sepultura
la nieve había cesado
y el sol del invierno
rojizo al ponerse
desdeñaba la rasa y brillante llanura.
Un río de luz rutilante
fluyó en la fosa abierta
toda la luz que alumbraba en el mundo
se hundió con su ataúd
en la tierra de Rusia.
Ocurrió a siete «verstas» de Moscú
donde los tolstoianos cubrieron poco antes
las gradas de acceso al Museo de Tolstói
tocando allí en duelo, al pasar el cortejo
su música fúnebre.
Todo estaba ya a oscuras, todo estaba en silencio
—Me acordé —nos dijo Emma —de aquel túmulo de piedras
alzado en la cresta de un monte
del montón de guijarros y ramas
con reliquias de andrajos y crin
y del grito: «Las aguas de enfrente
fluyen ya hacia el Amur
¡Aquí se acabó el cruzar más montañas!».
Para ti se acabó el cruzar montañas
compañero y pionero querido
Tú has pasado el Gran Khingan
viajando hacia el Este a tierras fértiles
adonde muchos te seguirán.