El Grupo Higinio Carrocera participó en las V Xornadas Anarquistas del Ateneo Libertario Xosé Tarrio en A Coruña

Un momento de la charla sobre la Revolución de octubre en el ateneo libertario Xosé Tarrio

El grupo Higinio Carrocera participó el pasado jueves día 8 en las V Jornadas Anarquistas del Ateneo Libertario Xosé Tarrio con la charla ‘La comuna asturiana de octubre de 1934’. Con la sala llena, manteniendo las distancias de seguridad, hablamos sobre el contexto en el que se produjo en octubre de 1934 la Revolución, mientras en otras zonas de España no llegó a triunfar.

En Asturias la Revolución fue posible por varios factores. Uno de ellos, el más importante, fue la predisposición de las organizaciones obreras, la UGT (y su sindicato minero el SOMA) y la CNT para aliarse en esta empresa. Otro, fue sin duda, el acceso de los mineros asturianos a la dinamita y la obtención de armas y artillería tras la toma de las fábricas de Trubia y La Vega.

En cuanto a los objetivos, si bien los obreros y mineros buscaban realmente la revolución social, no parecía ser sin embargo la meta de sus dirigentes. Mientras la CNT quería llegar al comunismo libertario, los dirigentes ugetistas y del PSOE (FSA) buscaban el establecimiento de una república socialista, en la que ellos tuvieran el poder.

La Alianza Obrera fue posible también porque la CNT asturiana, a diferencia de la de otras regionales, siempre fue de postulados moderados, más sindicalistas que anarquistas. De hecho, y salvo las excepciones de La Felguera, Mieres y Grado, en donde predominaba el sector más próximo al anarquismo y a la FAI, los cenetistas asturianos apoyaban el treintismo de Pestaña, si bien discrepaban en cuanto a abandonar las filas confederales.

Por otro lado, desde la UGT y el PSOE, había ocurrido lo contrario. Su expulsión del gobierno republicano tras las elecciones de 1933 les lleva a abrazar posturas más radicales y menos reformistas. El SOMA y los socialistas asturianos siempre habían sido muy moderados, cercanos a Indalecio Prieto, pero la llegada de la CEDA con varios ministros al gobierno de Lerroux provocó que el timón escorara hacia la izquierda.

De esta manera fue posible que la CNT y la UGT se unieran en la UHP (Uníos Hermanos Proletarios) y en la Alianza Obrera. Con ese ambiente, la revolución era posible, pues entre ambas organizaciones sindicales se podían movilizar 70.000 afiliados (40.000 de UGT y 30.000 de CNT).

Si embargo, el comité revolucionario, dominado por los socialistas, pronto hará gala de su sectarismo, y ese será el principio del fin del experimento revolucionario. La CNT era mayoritaria en Gijón, y el comité nunca distribuyó armas entre los anarcosindicalistas gijoneses, que tuvieron que entrar en acción con tan solo 70 fusiles y la dinamita que les facilitaban sus compañeros de la Felguera. Así las cosas, el comité revolucionario abandona su flanco norte y se obsesiona con la toma de Oviedo. Pero será precisamente por Gijón, por su puerto del Musel, por donde accedan los cinco barcos de guerra que den el golpe mortal a la revolución. En ellos llegarán tropas de regulares y de legionarios al mando de Yagüe, el futuro carnicero de Badajoz, quien pondrá en marcha desde que pone su pie en Asturias, el aparato represivo a las órdenes de Franco, que establece su cuartel en Madrid con el apoyo de la CEDA.

En la charla se desmitificó la figura del general López Ochoa, jefe de las fuerzas militares gubernamentales, que por su condición de masón y republicano muchos demócratas en la actualidad defienden. Ochoa, sin embargo, será el primero que, desde su entrada desde Galicia, empiece a fusilar sin juicio previo a los revolucionarios que caen prisioneros en sus manos. Muchos de ellos serán también asesinados en masa y sin juicio (no hay que olvidar que estamos aún en una república que tiene una Constitución democrática) en el cuartel Pelayo de Oviedo, una vez llega allí y toma el control del mismo. No es de extrañar que cuando el pueblo de Madrid se levante contra el levantamiento fascistas de Franco en julio de 1936, acudiera presto al hospital militar en donde convalecía de una operación el militar ‘masón’. No olvidaban su papel en la represión de los mineros asturianos y se le cortó la cabeza, que luego se paseó en una pica por las calles de Madrid.

En la charla se habló del papel del anarquismo en la revolución de octubre. La CNT y la FAI instauraron en donde era mayoritaria (en La Felguera y en las localidades en donde el socialismo autoritario no predominaba), el comunismo libertario, abolieron el dinero y la propiedad privada, quemaron las escrituras de propiedad, expropiaron bancos y almacenes de víveres para repartir entre el pueblo y organizaron la sociedad en apenas 15 días. La industria no dejó de producir en ningún momento. Fue importante también el papel de los anarcosindicalistas felguerinos, que fabricaron vehículos blindados para la Revolución. Se destacó el importante protagonismo de Higinio Carrocera y Solano Palacios, los dos faístas, en diversos ataques en Oviedo y en Mieres. En Gijón, la CNT, a pesar de la escasez de armas, intentó poner en marcha la revolución, levantando barricadas en los barrios obreros. El bombardeo de la aviación y de los barcos desde El Musel, acosaron constantemente a las fuerzas revolucionarias y a la población civil, que sufrió mucho en esos días. La resistencia, no obstante, fue heroica.

Tras la charla, que estuvo acompañada de diapositivas con imágenes de la Revolución, se abrió un interesante y animado debate en donde se puso de manifiesto que, pese a quedar Asturias aislada del resto de España en su afán insurreccional, los milicianos estuvieron muy cerca de establecer una nueva sociedad basada en la justicia y la igualdad. Para algunos, la gesta de octubre de 1934 fue un modelo revolucionario que no se debe olvidar dado que sirve de ejemplo a futuras insurrecciones frente al capitalismo y al Estado. Por eso es muy importante no olvidar el pasado de las luchas populares y divulgar esta importante capítulo del movimiento obrero asturiano entre las nuevas generaciones.