SAM DOLGOFF en ‘Autonomía y Federalismo’ publicado el número 8 de Bicel (abril 1998)

Sam Dolgoff

El renacer del interés por el anarquismo ha producido, recientemente, trabajos sobre la ideología y la historia del movimiento libertario. En gran medida, los más modernos escritores confirman la confusión popular sobre cómo ven los anarquistas la relación de la sociedad con el Estado, de la libertad individual y la autonomía local con el orden social y de la organización con la autoridad. Es de esperar que estos breves comentarios clarifiquen algunos aspectos importantes de estos problemas.
    Los críticos creen que desde que la sociedad moderna se está volviendo cada vez más compleja e interdependiente, la libertad individual y la autonomía local al nivel en que la imaginan los anarquistas fragmentaría la sociedad rompiéndola en grupos pequeños, aislados y débilmente relacionados. En el caos resultante cada grupo sería libre de hacer cualquier cosa que le apeteciera sin tener en cuenta los derechos de los vecinos o el bienestar general. Puesto que la moderna vida social es imposible sin organización a gran escala y dicha organización implica la autoridad que los anarquistas rechazan, el anarquismo como teoría práctica de la regeneración social es una ilusión.
    Argumentan que si bien el anarquismo podría darse en una sociedad relativamente primitiva, su único papel útil hoy es el de coartar la excesiva intrusión del Estado en la libertad individual y social. Si bien se reconoce que algunas de las críticas anarquistas al Estado son correctas, el hecho es que, afirman, la suprema autoridad, inteligentemente ejercida, debe continuar siendo ejercida por el Estado. Consideran al Estado como indisolublemente unido a la sociedad y que la sociedad no puede funcionar sin el Estado. En el mejor de los casos es una bendición, en el peor, un mal necesario.
    Para el anarquista, la sociedad es la asociación de todas las personas cooperando en una variedad infinita de organizaciones para el cumplimiento y satisfacción de las innumerables necesidades individuales y sociales de la humanidad. El científico político E. Barker dice:
    … la sociedad es cooperación voluntaria. Su energía es la buena voluntad. Su método es la flexibilidad. Mientras que el otro, el Estado, es una acción bastante mecánica, su energía forzada, su método rigidez…[«El pensamiento político desde Spencer a la actualidad», p. 67]
    Estas ideas en general son acordes con la concepción anarquista de la sociedad. Kropotkin imaginó la sociedad anarquista como:
    … el más alto desarrollo de la libre asociación en todos sus aspectos, en todos los grados posibles y para todos los propósitos concebibles; una asociación eternamente cambiante portadora de los elementos de su propia duración y tomando las formas que en cualquier momento mejor se corresponda a los múltiples empeños de todos… Concebimos la estructura de la sociedad como algo que nunca está completamente terminado… [Artículo de la Enciclopedia Británica]
    De estos básicos conceptos libertarios resulta que no hay un conflicto básico entre la libertad individual y la sociedad. Por el contrario, es en este entorno social donde la personalidad y la libertad del individuo se expanden, enriqueciendo así la vida social.
    El político científico conservador James Garner ilustra la diferencia entre la asociación voluntaria y el Estado. Un miembro de una asociación voluntaria es:
    … libre de retirarse siempre que elija hacerlo, mientras que la pertenencia al Estado es obligatoria y el ciudadano sólo puede renunciar a ser miembro expatriándose [en cuyo caso caería bajo la jurisdicción de otro Estado (Sam Dolgoff)] …las asociaciones voluntarias carecen de poder legal de coerción, el supremo poder de ordenar e imponer la obediencia. Las asociaciones voluntarias no pueden ordenar el imponer la obediencia, en el mejor de los casos puede emplear la presión de la desaprobación pública o la expulsión… no pueden arrestar, multar ni encarcelar, mientras que el Estado puede hacer todo esto y más en caso de que sus órdenes sean desobedecidas y su autoridad desafiada. [«Ciencia política y gobierno», pp. 63, 64]
    La diferencia entre el Estado y la sociedad es la diferencia entre la libertad y la esclavitud. Por esta razón es por la que los anarquistas desean la abolición del Estado y la erradicación de los principios estatistas que impregnan las organizaciones voluntarias que aceptan el Estado como modelo.
    La mayor amenaza a la libertad y a la felicidad del hombre es la creciente concentración de poder en el Estado y sus instituciones satélites. Aunque este hecho esté reconocido de forma generalizada por más y más gente pensante, también se afirma que el Estado es necesario para asegurar el orden en la sociedad. Los anarquistas sostenemos que si bien la sociedad es incompatible sin orden, la organización del orden no es derecho exclusivo del Estado.
    El gran pensador anarquista Proudhon consideraba que la absoluta libertad no puede existir en una sociedad organizada, pero sostenía que la sociedad debe organizarse de modo que los límites de la libertad sean lo suficientemente amplios para incluir la máxima libertad alcanzable en proporción al orden social.
    Proudhon se anticipó hace más de un siglo a lo que muchos sociólogos, juristas y filósofos, enfrentados al creciente poder del Estado defienden ahora: la dispersión del poder en unidades funcionales y descentralizadas de la sociedad que aseguren la participación directa de cada uno en los temas que afectan a sus vidas.
    La organización libertaria debe reflejar la infinita variedad y complejidad de las relaciones sociales y promover la solidaridad en la más amplia escala posible. Esto no se puede alcanzar mediante una unidad artificial impuesta desde arriba. Debe ser alcanzada a través de la práctica del federalismo, que significa la coordinación a través del acuerdo libre a nivel local, regional, nacional e internacional: una vasta red coordinada de alianzas voluntarias que abarquen la totalidad de la vida social y en la cual los grupos y asociaciones obtengan los beneficios de la unidad, mientras siguen ejerciendo autonomía en sus propias esferas, expandiendo de este modo el campo de su propia libertad. El federalismo ha sido definido como «la organización de la libertad».
    Nosotros no proclamamos que la Edad de Oro esté a la vuelta de la esquina. Pero si la sociedad humana sobrevive debe encaminarse en esta dirección. Tampoco proclamamos que todo será de color de rosa, que no habrá fricciones inevitables, violación de acuerdos e incluso serias desavenencias. Ninguna forma de organización es inmune a estas cosas, y no hay garantía de que todo funcionará como se anticipó. Pero el gran atributo de la sociedad libre es su autocorrección y autorregulación. Víctor Hugo se dio cuenta de que:
    La libertad tiene sus inconvenientes e incluso sus peligros; pero tratando de realizar la libertad sin ella sería como cultivar la tierra sin el sol

Traducción del inglés de
Ruiz & Amador

Sobre Sam Dolgoff (Wikipedia):

Sam Dolgoff (19021990) fue un anarquista estadounidense de militancia sindicalista. Dolgoff nació en Rusia, mudándose en su infancia a la ciudad de Nueva York, donde vivió en el Bronx y luego en el Bajo Este de Manhattan donde murió. Su padre fue pintor de casas, y Dolgoff empezó como pintor de casas a los 11 años, profesión que mantuvo toda su vida.

Sam ingresó al sindicato Industrial Workers of the World en los 1920s y se mantuvo como miembro activo toda su vida, jugando un rol activo en el movimiento anarquista durante gran parte del siglo XX. Fue cofundador de la revista Libertarian Labor Review, cuyo nombre luego fue cambiado por Anarcho-Syndicalist Review (Análisis Anarcosindicalista). Dolgoff fue miembro de la Chicago Free Society Group en los años 1920s y cofundó la Libertarian League en Nueva York en 1954. Escribió artículos para revistas anarquistas así como libros siendo el editor de antologías altamente aclamadas. Estuvo activo en varias causas, y apoyó regularmente a grupos como el Libertarian Book Club — una editorial independiente con perspectiva anarcosindicalista fundada a finales de la de década de 1940 por un grupo que incluía al mismo Dolgoff, a Gregory Maximoff, y Valerio Isca. Conocidos colaboradores del club fueron Paul Avrich y Murray Bookchin.

Dolgoff y su esposa Esther, sirvieron como enlace entre el anarquismo del pasado y los jóvenes anarquistas de los sesentas y setentas que vivían en Nueva York. Dio énfasis a las raíces anarquistas del movimiento obrero y sirvó como un contrapeso moderador de los anarquistas de la era punk quienes tendían al sabotaje de instituciones y a las confrontaciones con la policía. Aunque Dolgoff fue amigo de Murray Bookchin, un importante teórico anarquista de ese período, se opuso a su «ecología social», arraigado como estaba en la tradición de Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin.